La vida es muy hija de puta

En el colegio éramos un grupo de seis alumnos frente al resto, treinta y cuatro. Nosotros éramos los diferentes, los frikis, ellos eran los populares, los guapos. Ellos,  que creyeron ser una raza superior a nosotros, nos acosaron ante la indiferencia de los maestros,  a excepción de uno, el profesor de séptimo. La mayoría de víctimas logramos sacar buenas notas e ir  otros barrios a estudiar.

La vida es muy hija de puta ajustando cuentas. Yo había terminado mis estudios de informática en una fundación privada, cosa que pude hacer capitalizando el paro. Finalicé el curso con nota, eso me permitió estar en la bolsa de trabajo; dos meses más tarde, contactó conmigo una multinacional del sector informático para hacerme una entrevista. Me extrañó, a mis compañeros de curso  esta misma empresa los había convocado para hacer unas  pruebas de selección, cosa que no hicieron conmigo.

Me personé el día y la hora  que acordamos en el departamento de recursos humanos, allí estaba él, uno de los acosadores, me miró con soslayo y tan pronto me  reconoció,  se dio la vuelta, dándome la espalda. Sin poder reaccionar, una mujer me llamó y me acompañó a una sala, en ella, cinco personas listas para hacerme una entrevista; los miré y me dije “Mª Carmen, a la mierda todo y todos, sé tú misma” y así hice. Al salir fui consciente de que había perdido una oportunidad. Me equivoqué.

Al cabo de dos semanas me llamaron para empezar  a trabajar con ellos lo antes posible, fue un día de febrero. Entré en el departamento, me asignaron la cuarta mesa de la fila, al lado estaba él, sentado en una silla, junto a uno de los responsables de su proyecto, su cara de asombro fue evidente, por aquellos sarcasmos de la vida, me saludó. Durante varias semanas no coincidimos, tiempo suficiente para que la empresa contara conmigo y empezara a darme responsabilidades. Tarde o temprano tenía que suceder, coincidimos en la cafetería, él me saludó y yo le devolví el saludo, se sentía incómodo, era consciente de que la había cagado el día que me entrevistaron. Decidí invitarle  a un café, lo miré y sentí lástima, ante mí estaba una persona esclava de sus condicionamientos, mientras,  yo sorbía el café de la victoria.

Lo dejé hablar y entre balbuceos,  se justificó – pensaba que venías a trabajar como administrativa–   yo seguía sorbiendo mi café y con cada palabra que escuchaba, sentía más lástima – ya veo que no es así – me dijo, yo asentí con la cabeza y pensé :

 “¡Sí! la vida es muy hija de puta, porque nos pone a todos donde nos corresponde estar.” 

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