Gris/Plata


Subidas en el columpio, el aire mecía esos recuerdos hechos por los otros, el gris del invierno y esa memoria fría, pero las dos niñas, subidas en los columpios, ríen —Empuja más fuerte— le grita, entre risas.
 Dos niñas, dos soledades, dos huecos que no recuerdan nada de lo que son y hacen.
 Una cadena perpetua de presente y los recuerdos, esos con los que se configura la infancia, hecha de retales de los otros, porque uno mismo es incapaz de tener conciencia de sí mismo hasta que un hecho, un acto se recuerda, un recuerdo que el tiempo adulterará. Ellas no son conscientes de su mismidad, de su yoidad.
Las cadenas del columpio chirrían, están medio oxidadas, la madera, cuarteada por los años y los avatares meteorológicos.
Lola y su amiga ríen y ríen, pero en sus mentes la vacuidad de la tarde se fundirá con la nieve.
Lola mira por la ventana, está fumando levanta cortinas de humo con cada exhalación, el humo del tabaco se mezcla con la niebla con la que despierta todas las mañanas, ella busca en sus recuerdos, el nombre, de ella, aquella niña con dos coletas, de pelo moreno y  una risa plateada, que todo lo ilumina.


Fotografía: Mª Carmen M. Galindo
Observa los coches, son grises, la niebla tiene ese don, lo camufla todo, es la alfombra mágica donde escondernos de nuestros propios miedos. El asfalto rezuma melancolía, Lola fuma, sorbe un café cargado con las balas del tiempo y la memoria.
En medio de la niebla, parece que el sol transforma el gris en un mar plateado.  Lola se siente cansada. Decide acostarse.
Lola en sueños flota,  de lejos llega alguien, reconoce la silueta —¡Alicia!— Grita
La coge de la mano, se van juntas, cruzan el mar de plata, donde no hay horizonte, donde el calor y los poetas pueden vivir.
La policía tenía una orden judicial, rompieron la puerta. El piso apestaba. Una mujer acostada en la cama, un frasco de pastillas vacías en la mesita de noche y ese silencio, el silencio de los muertos, un silencio hueco, gris. La mujer sonreía, tenía una sonrisa de plata. Era un día tapizado por la niebla, un día donde los recuerdos son aviones plateados.

Mª Carmen M. Galindo